“Que ser valiente no cueste tan caro”

¡QUE LOS GOLES PERDIDOS NO SEAN CAUSAS PERDIDAS!

por Pablo Desimone

“Que ser valiente no cueste tan caro”... 

Que salir a jugar un clásico como lo hizo River en el primer tiempo - asumiendo el protagonismo –  sea condenado como un gesto de inmadurez, falta de inteligencia, suicidio: es un libelo del exitismo. No es justo.

 “Que las verdades no tengan complejos, que las mentiras parezcan mentira”... River perdió contra Boca, como tantas veces perdió contra un equipo chico. Manejó el trámite, tuvo las situaciones más claras, no ligó y punto. Está claro que fue de mayor a menor. Y es hasta comprensible. Imposible mantener la intensidad, con la que encaró el partido. 

River salió a comerse a Boca.Y Boca que tardó quince minutos en salir del área. Por esos caprichos que tiene el futbol en una contra le mete un gancho en la mandíbula. Y River que siente el knock out, mientras se agarra de las cuerdas y se levanta.  Se le vienen los rostros de Riquelme, Gago, Martinez y se asusta. 

Todo dura un instante. Unos segundos apenas. Y vuelve al guión que planteó Ramón. Presionando bien arriba, con Carbonero pensando, pidiendo la bola y jugando al pie, siempre buscando asociarse. Y River que va  con Teo, anticipando y guapeando,  todo lo que le tiran sale a un toque. Lanzini trayendo la bola, Vangioni rompiendo por izquierda, Andrada moviéndose como un péndulo. River con la posesión y las llegadas. 

Con Boca refugiado en el área, que parece hacer agua. Y no. Ese gol quinielero que se escapó del manicomio, le da título a los que todavía creen que en el futbol existen los D.N.U, y los clásicos se ganan por decreto. Da bronca.  Siempre fue igual. 

Alguna vez nos liquidó un ilustre desconocido como Paulino Sánchez,  el Camerunés Tchamí, o el “Coyita Gutierrez”. Así como hoy Gigliotti. Tres veces de contra con tres equipos diferentes.

El que busca se expone. Y River volvió al “mito del eterno retorno”. Es grande porque busca, y paga cara esa búsqueda. 

Sin embargo…la inmediatez que gusta dramatizar más de la cuenta titula:  “...no va más”. Lapidario. Son los mismos que operaron para la salida de Almeyda y la llegada urgente del riojano.  

Grandísima  mezquindad conceptual, tan  grande como la de los equipos de Bianchi. Caústicos y en campañas. Algunos coimeros. 

Falta un tiempo. Y cuando parece que ese frontón azul y oro se rompe. River se desepera y ya el “quiero le gana la guerra al puedo”. 

“Y los que esperan no cuentan las horas”- cuentan los segundos. Entonces todo se hace impreciso y da para que “los sabios” luego hablen de las  teorías físico cuánticas del Virrey. 

Mientras tanto,  Teo se debate contra Mendez y empiece a sentirse aislado. Carbonero se diluye y por adentro la materia se hace impenetrable. A River lo pierde la impaciencia. 

Y Ramón que no percibe que hay piernas que pesan y otras que se desmoronan.  Y a mi juicio, Kranevitter pedía pista por temperamento. 

Pero Ramón muere con la suya. Y quiere que “los que maten se mueran de miedo” y entra Ferreyra por Rojas. El dibujo intacto. Zurdo por zurdo, para intentar agarrar las riendas y los hilos del partido de nuevo. 

Y hay un peloteo, que termina en un viandazo de Ponzio –lo único de Leo- que pega el poste. Y el estadio se mueve. La gente lo quiere ganar. “Y el corazón no pasa de moda”, aunque tanta aceleración acelera los pases largos que quedan cortos o no llegan a destino. 

¿Y Boca qué es?. Orión haciendo tiempo hasta la exasperación. Cada lateral un ceremonia. Cada cambio, una heladera. Y la “gran Bianchi” que “te compra por menos de nada”.  Riquelme y Gago que ya no están y la trinchera que se hace más sólida de la mano del oficio del Cata Díaz. 

Y ese final que quiere desmentir las mentiras. Y ese cuento de hadas que no se resigna hasta el final. Con Mora midiendo un centro mágico de Vangioni, que mide el cabezazo y el poste dice que no. 

Y todavía hay tiempo para que Orion “cierre el bar de la esquina” con una atajada memorable a Teo sobre la hora. Gana Boca. Y Boca festeja, en circulo y respetuosomante. 

Sin provocaciones.  Gana un partido que no mereció. Como tantas otras veces. Como si fuera un “equipo de la “B”. Aguantando. Al límite del reglamento. Manejando el manual de lo “legitimo”. 

Eso que para River resulta “ilegitimo”. Por ser de mal gusto. Jugar a ver que pasa. Eso que el técnico que tardamos diez años en recuperar no comulga. Y cuando lo hizo recibió serios cuestionamientos del hincha de River que despidió al equipo con aplausos y al grito de ¡Soooy de Riveeeer!.

“Ser digno de ser hincha de River” es creer que no hay “causas perdidas”. Solo pierden los que abandonan sus sueños de futbol.

 Los que queremos a River queremos “que el fin del mundo nos pille bailando”… a Boca, como ese ratito de ayer. Cuando en esos 15 minutos bajaron algunos “olé”. Ya se extenderán, como alguna vez lo hicimos.

Los goles perdidos no son "causas perdidas", ni los convertidos “ganadas”. Ni en los 18 años de sequía, ni en la “B”,ni en los clásicos. 

Hay una extraña raza de de hinchas muy influenciados por un tiempo mediático sin  “diccionario que detenga las balas”. 

 Mientras que para los que colmaron el Monumental y pintaron las rutas de la Argentina de rojo y blanco,  acompañar a River en las “buenas y en las malas”, siempre será “una noche de bodas, y cada luna una luna de miel”. 

¡¡¡Siempre estaremos…como en los 18 años de sequía, en la “B”, y en cada clásico…”Que no nos vendan amor sin espinas”. ¡Oportunistas!.

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