La cultura del aguante

En los años del gran crecimiento "millonario" primaba el paladar negro en nuestra hinchada que necesariamente se trasladaba al ámbito dirigencial y  al campo de juego. Efectivamente éramos distintos en todo. 

Pero desde hace muchos años los dueños de los grandes intereses en el negocio del fútbol fueron inoculando al pueblo riverplatense un cambio de paradigma que desde La Tradicional denominamos la "bosterización cultural" con la pérdida de nuestras calidades distintivas y dejando a la masa riverplatense como rehen de los operadores mediáticos.

Encontramos en la columna de Cristian Grosso publicada en La Nación como "El cómplice aguante de los millonarios" una clara descripción de la transformación cultural que se verifica en el Estadio, pero que obviamente se traslada a todo el ámbito institucional y es causa de la debacle dirigencial riverplatense que otrora fué ejemplo en el fútbol mundial (PEj En menos de 2 años del gobierno de La Tradicional se construyó el Estadio más grande de América con el esfuerzo social colectivo).

"Hubo un tiempo en el que River construyó su grandeza. Los millonarios se exponían a estruendosas silbatinas si osaban alejarse de una propuesta que no distinguiera la voracidad y el cuidado de la pelota. Si la especulación se atrevía a pisar Núñez, el trámite de deportación se resolvía en segundos. 

"Pero desde hace algunas temporadas el club comenzó a jerarquizar otros recursos. Quizá fue el miedo al descenso. Luego, el mismo descenso. La hipocresía de los protagonistas entre el discurso y el deseo hicieron que aquellas señas se devaluaran. River también se inclinó ante el fútbol ajedrecista. Y su público, encorsetado por el pánico y la deshonra que en la Argentina representa dejar de ser, aceptó la metamorfosis con complicidad. 

"Cuando el equipo de Ramón Díaz pisó el Monumental el domingo pasado, el atronador cantito de bienvenida fue "¡Ponga huevo, huevo millonario/ Ponga huevo, huevo sin cesar/ Que esta tarde cueste lo que cuesta/ Esta tarde tenemo´ que ganar!"  Todavía no rodaba la pelota frente a Boca y la exigencia apuntaba a la inmolación sin atender ningún otro capital. 

La cultura del aguante ha degradado como un goteo menesteroso. Ángel Cappa exageró y se expuso a una catarata de insultos cuando castigó el actual estilo de River. Pero su mirada ácida no terminaba en la personalidad futbolística, sino que también apuntaba al paladar de los simpatizantes: "River se redujo a un equipo de la C en cuanto a identidad. Cualquiera juega en River y si gana River de esa manera, la gente festeja igual". 

"Algo es cierto: ganar perdona todo. Para certificar que lo único que les importa a los hinchas es el éxito. "Y River ponga huuuueeevo/ Y River ponga hueeeeeeeevo", escucharon los futbolistas antes del entretiempo. El miedo (a perder, a la vergüenza, a las cargadas) no entiende de prosapia ni se detiene en los dictados del pasado.

"En la LA NACION de ayer, Claudio Mauri retrató de manera tan filosa como elegante (http://bit.ly/15lm5g6 ) el retroceso de River desde el desembarco de Ramón Díaz. Y eso incluye su estilo, inestable y discutible. Cuando el Pelado les apunta a los arbitrajes y los acusa de "estar jugando con la historia de River", él también la maltrata con giros desconcertantes y explicaciones contradictorias. Hay espaldas raquíticas y hercúleas, y se abusan de esos límites. Leo Astrada juntó a Husain y a Mascherano en la Bombonera para quedarse con el clásico por 1 a 0, la mágica tarde de Maxi López en 2004. Sólo por contemplar esa posibilidad, al chileno Pellegrini casi le habían anticipado el destierro de Núñez.

"Cuán edulcorados pueden ser los postulados y hasta las fidelidades. River dejó sus peores fantasmas atrás, pero el daño ya se hizo. El vaciamiento conceptual desbordó la cancha y colonizó las tribunas. Ramón habla de partidos "de Copa" para justificar versiones utilitarias. Y la gente compró. Vale jugar de cualquier manera, pero ya no se justifica hablar de estirpe. River, histórico custodio de la estética, aceptó ese mensaje que asegura que no es necesario revisar los caminos del vencedor. 

"Cuando se gana, el recado de aceptación es tan embriagador como dañino porque manipula el imaginario colectivo. "Te llevamo´ en el corazón/ Te queremos ver salir campeón/ Vamos River Plate, ponga huevo/ Vamos River Plate, ponga huevo!", cantaba el monstruo de mil cabezas cuando el superclásico se ahogaba en desolación".

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