El árbitro, el muchacho solitario y tres minutos fatales

Al mejor estilo de un western spaghetti, se puede titular este frustrante paso de RIVER por la ribera. Luego de siete años sin ganar allí, otra derrota complica más la situación de la cual ya desapareció el margen de error del que hablamos la semana pasada.

Muchos hinchas vamos a tener que replantearnos el concepto de la jugada denominada “penal”, porque es evidente que el que tenemos no coincide para nada con el que tienen algunos árbitros, especialmente aquellos que dirigen los partidos en los que juega RIVER. Y esta idea no es lanzada y para “llorar sobre la leche derramada”, sino que viene a colación de lo ocurrido en la tarde del domingo.

Si Loustau hubiera sancionado penal en tan solo uno de los tantos agarrones y empujones que hubo dentro del área de Luchetti y RIVER lo hubiera transformado en gol, tal vez otro pudo ser el desenlace del partido y por consiguiente, del resultado.

Pero más allá de la polémica que generan ahora los fallos de Loustau, hubo un trámite favorable a RIVER hasta el momento fatídico de Carrizo. Fue el tramo en el que Lamela, era el único que intentaba poner proa hacia el arco rival. Todos los avances pasaban por él, que no encontraba socios ideales para la descarga y así, con tanta individualidad, los intentos se diluían. Ni antes ni después de los 3 minutos fatales que determinaron la derrota de RIVER, el “Coco” –lo mejor del equipo- encontró receptores válidos en un Acevedo perdido, en un Ferrari sin saber que hacer en la cancha, un Pereyra intrascendente y ni hablar de los dos puntas –Pavone y Funes Mori-, peleados con el arco, los rivales y con ellos mismos.

Pero si en algún pasaje, la suerte estuvo del lado de los de Falcioni, todo lo contrario ocurriría del lado de RIVER. Maidana –tal vez el defensor más regular del equipo- se fue lesionado. Y luego, ¿quién podía imaginarse que Carrizo, el factor más importante de los puntos logrados por RIVER hasta aquí, iba a ser el que le abriera el camino hacia la victoria al clásico rival -en su primera llegada a los 27 minutos- CON UN ERROR INFANTIL E INCOMPRENSIBLE??? Para peor, apenas 2 minutos después ante la complicidad de la defensa, se quedó estático y sin reacción en el cabezazo bombeado de Palermo que sepultó a todo RIVER en el mar de la desesperanza.

De ahí en más, todo fue bastante monótono. La posesión de la pelota y algunos intentos de RIVER, dieron la impresión que se podía conseguir el descuento y ponerse a tiro del empate. Pero una y otra vez el equipo chocó contra sus propias carencias ofensivas, su magro poder de fuego y con intervenciones oportunas de Luchetti que dejaron todo tal como había quedado luego de aquellos tres minutos… Apenas tres minutos que bastaron para caer al borde del abismo.

Sobre el cierre ya inapelable, Almeyda quiso dejar bien parado el orgullo riverplatense y se fue expulsado, una baja que se va a sentir en la recta final. Con Loustau impresentable, RIVER patético y un partenaire que le sacó provecho a los errores del rival se armó está película de un superclásico para el olvido. Será difícil negar que RIVER lo perdió solito y solo ante un equipo que hizo poco y nada por llevarse todo.

Nuevamente el desencanto, la bronca, la tristeza y la desesperación, vuelven a ser las sensaciones que se confunden cada vez con mayor asiduidad en este presente. Por el rival, por la odiosa paternidad, por la situación límite, por la incertidumbre de cara a lo que viene, por todo junto a la vez…

Ya mismo, urgente y sin pausa, Passarella, Jota Jota y compañía tienen que hacer un serio y firme replanteo de todo lo ocurrido hasta aquí, porque la repetición de errores será un camino sin retorno.

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