Sintiéndonos recontra bien

 por Facundo Adamoli para Solo River

¿Qué se siente? Como las cosas más lindas del mundo: es como enamorarse por primera vez, estar en familia, el nacimiento de un hijo, hacer el amor… Así se siente. Se siente bien.

Ganar en La Bombonera y escuchar el más hermoso de los silencios, ese que baja de todas las tribunas. Se siente de maravillas, porque River, sin jugar bien, entendió que estos partidos se juegan hasta las últimas. En un partido cargado de emociones, River venció 2 a 1 a Boca por la fecha 10 del Torneo Final.

Los fuegos artificiales comenzaron a desatar insólitamente el delirio de la parcialidad boquense que nuevamente festejaba el empate. Porque, si hay algo que caracteriza a este superclásico, es que a River solo le sirve el resultado de ganar. A los de enfrente, por cuestiones de historia, el empate les sienta fenomenal.

¿Que a River lo desbordaron constantemente por la derecha de la defensa? Sí. ¿Que River estuvo lento para las contras y previsible? También. ¿Que volvió a dormirse una vez más estando arriba en el marcador? Obvio. 

Pero este triunfo se lo merece a pesar de cualquier análisis, porque por primera vez, lo que sobró fue temple para ganarlo jugando mal, para meterla sobre el final, para aguantar con garras y sudor los embates del rival.

Es totalmente simbólica la presencia del hincha-capitán, Fernando Cavenaghi, en este clásico. Él, quien era el único del plantel que supo festejar en La Bombonera, finalmente fue el líder anímico de esta victoria. 

Pudo haber tenido buenas intervenciones, pero en lo futbolístico no se destacó. No obstante, fue el mismo fuego de aquel juvenil del 2004, lo que con personalidad y hombría condujo a este equipo a creer.

Bestial lo de Balanta para el primer gol. Con garra y fiereza robando en mitad de cancha y tocando para generar la contra. Sagaz e inteligente el pase de Gutiérrez para dar la asistencia de gol. Y Lanzini, el siempre discutido Lanzini, volvió a acallar los debates de si es o no en enganche, de si aparece o no aparece, de si debe ser titular o no.

 El juvenil, una vez más volvió a decir presente en un estadio en donde se reciben los jugadores de verdadero carácter. El Keko Villalva también aprobó, dejando la vida, con el hambre necesario de llevarse la gloria de un clásico, nunca dio ninguna pelota por perdida y siempre fue para adelante.

Funes Mori desató sobre el final el carnaval en Nuñez. La magia del fútbol volvió a deslizar otra ironía. Sí, Funes Mori, el mellizo que no perdonó. El jugador que permutará silbidos por aplausos. El cuestionado por portación de apellido se vistió de héroe.

Este partido será determinante porque sobrepasa ese gustito especial de ganarle a Boca. Este partido era el típico encuentro en el que River sufre un gol y se desmorona.

Pero el condimento de ser un clásico cambio los axiomas: los de Ramón Díaz dieron la cara y salieron a pelearla hasta el último minuto. Estos jugadores han probado el sabor de no dar nada por perdido hasta el fin. Ese es el fuego que se debe mantener para lograr cosas importantes. Incluso para ser campeón.

¿Qué se siente? Se siente euforia. Es una felicidad peligrosa, nada parece ser real. River necesitaba esto y con Ramón en el banco, porque, a pesar de que River aun no volvió a ser River, Ramón sigue siendo Ramón. 

Una sonrisa pícara se dibuja en la cara del riojano en una Bombonera enmudecida: es el reflejo de las sonrisas de todos los hinchas de River que perdurará a lo largo de la semana.

Entrada fútbol: ¿Cómo vos te sentís?