River es como esos pacientes bipolares de un psiquiátrico. Tal como dice Facundo Adamoli, en su nota "La recaída" para Solo River, es como esas personas que "Por momentos alcanzan un grado de lucidez sorprendente: al fin parecen recuperados. Por otros, vuelven a ser dominados por el demonio de la depresión: parecen que nunca van a volver a ser los de antes".
El riesgo es que volvamos a ser ese mismo equipo que con las conducciones de Astrada, Cappa y JJ Lopez mostraban de vez en cuando una recuperación, para volver a caer inmediatamente en pozos depresivos que a la postre nos condujeron a la mayor humillación de nuestra historia y que muchos irresponsables pretenden ocultar bajo la alfombra.
El propio Almeyda, uno de los sobrevivientes que padeció todo como capitán todo el proceso que nos condujo al descenso y que a las 48 hs. de concretado el mismo fue designado por Passarella para ocuparse de la dirección técnica reconoció con una hidalguía extraña para los actuales conductores riverplatense que algo está pasando.
Brindó una conferencia en caliente y con frontalidad declarando que "Me voy mal porque no vi al equipo que vi en los partidos anteriores. Vi a un equipo al que le faltó movilidad, juego, le faltó contundencia. Vi un equipo frío en el primer tiempo. Y en el fútbol actual en eso es lo que no podés errarle. Creo que caímos derrotados y es justo".
Mas allá de mostrar las 2 temperaturas entre las que oscila peligrosamente River (frío y caliente) es totalmente cierto, el propio técnico dejó expuesto desnudo ¿Qué algo esta pasando? River venía invicto en su nueva y vergonzante categoría, manteniéndolo a duras penas como hecho alentador, para tratar de borrar la mancha del descenso de su rica historia deportiva.
Sin embargo, tal como atinadamente describe Ariel Ruya en su nota para La Nación "River perdió mucho más que el invicto" "los especialistas habían provocado una suerte de shock de confianza, como suerte de analistas económicos: River está mal, pero va bien, se decía. Disfrazó la realidad River en buena parte de este sendero, porque su juego casi nunca había sido un cóctel de optimismo, apenas algunas ráfagas de vitaminas y revitalizantes. Con eso, le bastaba: primero, invicto. Una inmensa historia detrás. Sin embargo, el regreso a su verdadero sitio en el mundo tiene desvíos. Debía saberlo River. O, por lo menos, a partir de esta tarea que parece una bofetada, una cachetada a sí mismo, puede tomar conciencia de que nada es lo que parece. Que tiene un arquero joven e inexperto. Que la defensa es una ventana abierta, generosa. Que ciertas piezas de su tablero de ajedrez suelen ser devoradas de un suspiro. Que no siempre sus nombres de primera pueden escribir historias con letras de molde
"Debería tomar River esta experiencia dolorosa para pedir turno y recostarse en el diván. River debería hacer terapia, viajar en la mente de algún psicólogo experto. Porque este supuesto andar victorioso, hasta ayer nomás, en el universo de la primera B Nacional, no le debe haber curado las heridas de aquel bajón. Del salto al vacío. Las tenía tapadas por un puñado de victorias. Debe secarlas al sol y, acaso, convivir con ellas. River debe jugar en el ascenso y dejar de añorar la primera división. Sólo así, seguramente, va a volver a ser.River perdió mucho más que el invicto. Mucho más que el liderazgo.
"Con todo, este golpazo contra Aldosivi por 2 a 1, en el Nuevo Gasómetro, contra uno de los peores conjuntos del torneo, tal vez le sirva a futuro. Para no creérsela. Para no agigantarse. Y para no volver a exponer una actuación diminuta, tan impropia para alguien de sus quilates No sólo cayó en la trampa del laboratorio. Del centro y el cabezazo. Marcó muy mal, es cierto.
En el juego, también fue una sombra. Justo ahora, cuando parecía que se estaba acomodando a este mundo extraño. Justo ahora, cuando Matías Almeyda (que hace un curso acelerado de entrenador en un momento y en un lugar ciertamente incómodos) parecía encontrar cierta base, de esquema y de valores. Como si se tratase de un castillo de arena: se derrumbó solito, apenas con una liviana brisa de primavera.
"Ni cuando empataba ni cuando perdía encontró el camino de la rebeldía. No sobró la situación; al menos, no lo pareció. Todo lo contrario: sus anteriores actuaciones engañaron al medio. River está en vías de construcción. Por lo que pasó, por lo que vendrá. Ni el obsequio del empate (un grosero error del árbitro Pablo Díaz, que cobró infracción de Furios a Domínguez -no fue- y en el área -fue afuera-) en el umbral del segundo capítulo le provocó cierta inyección de autoridad.
"Que la ausencia de Cirigliano sea una de las claves evidencia la profundidad del problema"
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