La copa de la sonrisa

Hay River querido, como cuesta a veces sonreír. Aunque sea un poquito. ¿Un poquito es mucho?. “Trezeguet y el semillero” podría ser el tíulo de esta nota, pero “juventud” abarca dos conceptos claves para entender por qué gozamos y por qué sufrimos: con toda la impertinencia de la cantera, River dominó y humilló por momentos a Quilmes. Por inexperiencia, casi por virginidad, River tampoco pudo aprovechar esas últimas jugadas para estirar la diferencia, ni supo concretar ese contragolpe sin arquero. Quilmes se acercó demasiado, pero finalmente, el equipo de Almeyda se quedó con el 2 a 1 por los 8tavos de final de la Copa Argentina.

El primer tiempo fue el de la experiencia porque Trezeguet volvía a desnivelar el partido a favor de River con toda su jerarquía. River imponía su impronta: la del “club de la imprecisión”, la de la falta de ideas en ¾ de cancha, la de la timidez y la incertidumbre. El equipo de Almeyda era un calco de lo que fue River en casi todo el campeonato, un equipo incapaz de pasar la pelota, o sea, un equipo incapaz de dominar al rival. Sin embargo, el millonario se puso 1 a 0 apostando a la fórmula que hoy lo mantiene segundo con Quilmes: la fórmula de las individualidades y no la del juego colectivo.

El segundo tiempo fue el de la juventud. River salió con otra actitud y, a partir del ingreso del Keko Villalva (la figura del partido), el equipo de Almeyda tuvo otro tipo de agresividad en ataque respecto del primer tiempo. Funes Mori aportó desde lo físico: corriendo, metiendo, utilizando todo su porte (personalmente aboliría ubicarlo de 9, para ubicarlo como mediapunta y aprovechar aptitud física). Abecasis fue un tren imparable por derecha y Pezzela se mostró sólido en el fondo. Chichizola, de buena actuación, también fue determinante para desbaratar los ataques de Quilmes. Es importante destacar el ingreso de la gran promesa, Juan Cazares, que también tuvo un buen partido y venía pidiendo pista en la primera de River.

A partir de la frescura que aportaron los juveniles, el equipo fue insolente con su rival: lo gambeteó, lo descolocó, lo bailó con sutilezas, quebradas de cintura y amagues. Eso es River. Eso era River. Esta impertinencia para con el rival es lo que hace falta para recobrar la mística y la mentalidad ganadora. Aunque unos años mayor, cabe también destacar la actuación de Cesar Gonzales, que, aunque intermitente, fue sumamente vertical por la banda izquierda. El venezolano se animó a hacer lo que pocos hoy en River hacen: encarar al rival.

Si bien la juventud nos dio un susto sobre el final, mucho nos enseñaron los jóvenes que hoy salen a dar la cara por River. Se cumplió otra obligación que era seguir delante de la Copa. El 25 de Mayo, el aniversario de River, se juega la final de la Copa Argentina y no hay mejor regalo para los hinchas que un título. El sabor amargo por la derrota del domingo persiste y no deja disfrutar del todo. Aunque el partido fue lejos del ideal colectivo, hay un concepto que parece ser el camino de vuelta: la combinación entre experiencia y jerarquía, con sangre nueva de la cantera riverplatense.

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